¿CUÁL ES TU MANERA DE SOÑAR?
Parodiando a Borges y expresando con él: ¨Somos el sueño de otro, quien también es un sueño¨ (Ruinas Circulares), no asegurando si está bien o mal citado, pero para el mensaje que quiero expresar, es eso, precisamente a lo que me quiero referir.
Es en la Escuela en donde convergen tantos sueños, de tantos soñadores reflejados en sus hijos, sueños rotos y frustrados en la mayoría de las veces, por carecer de ese fuego abrasador, que les da forma.
Es allí en donde se encuentran, no ya con otros sueños sino con otras realidades, molestas, picantes, impacientes, de personas que impiden y truncan esos anhelos, ya fugaces y perdidos, vueltos angustia.
¿Son esos los sueños, de aquellos que, como murallas en nuestros caminos, nos sentimos obligados a seguir, aceptar, permitir sin dar la lucha?
¿Y en una sociedad democrática, siendo la Escuela uno de sus lugares privilegiados, cómo no plantearla en nombre de la Razón?
Se observa la fuerza y persistencia del derrumbe: maestros vetados, encerrados en la incomprensión general de sus alumnos; humillados en el trato infame del desprecio, y por consiguiente, ya casi mutilados en su hacer pedagógico, en sus ilusiones, también rotas como de las de aquellos alumnos, quienes en un principio, llegaban radiantes de alegría, igual que el maestro, y hoy, se encuentran silenciosos y ambulantes, en busca de un refugio para allí escapar.
Ya no hay alegría.
La han robado; se la han llevado esos miserables sueños torcidos de personas amargadas, frustradas por el desencuentro de caminos obligantes al reencuentro consigo mismos: han perdido el camino y son incapaces de volver a él.
Las heridas lacerantes, las huellas casi imborrables, han hecho ya su trabajo: los vemos hoy paseantes en los corredores escolares, bien campantes y exhibiendo su mediocridad, vista como un triunfo en donde el ganador toma su presa: en fila y como ansiosa de ser tomada.
No importan ya los sueños traídos, hoy olvidados por el temor al desprecio, a la indiferencia, al señalamiento, sacudidos por el miedo y la impotencia, quedando los caminos por recorrer, solitarios.
Renacemos de las cenizas, nuevamente.
Y la Escuela vuelve a vestirse con sus mejores trajes: ha mudado y luce resplandeciente.
En sus corredores y aulas albergan las ilusiones y metas; otra vez los sueños de aquellos que amamos y a quienes amaremos en nuestros sueños, se hacen presentes y contagian de ese calor humano para lo humano: nos reconocemos, vislumbramos el camino, que muy abierto y lustroso, invita su recorrer.
¡Qué bueno!
Hemos vencido el miedo.
Fue una lucha racional y exigente, en la cual, nuestros sueños, aparentemente débiles, triunfaron sobre aquellos que nos impedían contemplarlos y abrasarlos.
Hoy vemos que al colegio ha retornado la esperanza y el amor.
Los profesores, los alumnos y nuestros padres, presurosos al encuentro de esos seres efímeros, que por no ser vistos ni tocados, no dejan de ser anhelados: nuestra realidad.
Nuestro motivo de vivir.
Nuestro orgullo y Sentir.
Lejos han quedado ya, los ídolos huecos de sueños derrumbados.
(COMO UNA INVITACIÓN A NO DEJARNOS QUITAR NUESTROS SUEÑOS)
Pedro Fabio Cuartas García
Licenciado en Filosofía
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